En los últimos años, la creciente preocupación por el impacto ambiental ha colocado el papel higiénico en el centro de un debate que abarca sostenibilidad, salud y economía. Históricamente, este producto esencial tiene sus orígenes en la antigua China del siglo VI y se convirtió en un elemento indispensable en los hogares desde su comercialización en rollos en 1857. Sin embargo, el actual consumo masivo de miles de millones de rollos cada año está contribuyendo de manera significativa a problemas ambientales, como la deforestación y el aporte a los vertederos de residuos que generan gases de efecto invernadero. La producción de papel higiénico implica el uso intensivo de recursos naturales, especialmente agua y energía, y está asociada a emisiones de más de 25 millones de toneladas de dióxido de carbono anualmente, lo que subraya la necesidad de buscar alternativas más amigables con el medio ambiente.
Ante esta realidad, expertos en sostenibilidad y salud han comenzado a promover opciones más sostenibles, como el uso del bidet, toallitas reutilizables y papel higiénico reciclado. Estas alternativas no solo contribuyen a reducir el impacto ambiental, sino que también pueden ofrecer beneficios para la salud personal, al minimizar el uso de productos químicos que pueden irritar la piel. Países como Suecia y Alemania ya están adoptando toallitas reutilizables, mientras que en Canadá y el Reino Unido, el papel higiénico reciclado está ganando popularidad por su menor impacto ecológico. La transición hacia estas opciones más sostenibles representa un desafío, pero también una oportunidad de apoyar un movimiento global hacia un estilo de vida más consciente y responsable con el planeta, enviando un mensaje claro a las empresas y gobiernos sobre la necesidad de adoptar prácticas más sostenibles.
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