Japón enfrenta una grave crisis debido a su diminuta y envejecida población, con una tasa de natalidad en mínimos históricos y una fuerza laboral en declive. Las políticas migratorias actuales, aunque intentan mitigar el problema, resultan insuficientes y restrictivas, impidiendo una integración duradera de los trabajadores extranjeros. Mientras tanto, sectores vitales como la construcción y el transporte ya experimentan una significativa escasez de mano de obra. Aunque Japón ha incrementado la presencia de trabajadores foráneos, las limitaciones del programa de Trabajadores Específicamente Calificados obstaculizan una solución efectiva. En contraste, España ha adoptado una política de migración inclusiva que ha revitalizado su economía. La tecnología por sí sola no resolverá la crisis japonesa; el país requiere una revolución migratoria para evitar un futuro de declive irreversible.
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