Portnov ha sido objeto de controversia en Ucrania, donde medios locales lo han señalado como un colaborador de Rusia durante el conflicto bélico entre ambos países. Las acusaciones apuntan a supuestos vínculos con figuras rusas, al insinuar que su familia mantiene inversiones inmobiliarias en Moscú. Estas inversiones estarían ligadas a amistades con altos funcionarios rusos, incluyendo al ministro de exteriores, Sergei Lavrov. Esta conexión ha provocado críticas y sospechas sobre sus lealtades en un contexto de tensas relaciones entre Ucrania y Rusia.
La situación ha intensificado el escrutinio público y político sobre las acciones de Portnov y su entorno, en medio de la guerra en curso. Las autoridades ucranianas y la opinión pública se muestran inquietas respecto a la influencia que estas relaciones podrían tener en el conflicto, así como los posibles beneficiarios de dichas inversiones. En este entorno de desconfianza y tensiones geopolíticas, el caso de Portnov representa un microcosmos de los desafíos más amplios que enfrenta Ucrania respecto a la gestión de lealtades internas y externas.
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