El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sorprendido al romper con su tradicional postura de desentenderse de las responsabilidades militares en Europa. Históricamente, Trump había mostrado reticencias a involucrarse en asuntos militares fuera del territorio estadounidense, priorizando una política de «América Primero». Sin embargo, la situación ha dado un giro, con Trump asumiendo un rol más activo y comprometido en la defensa europea. Este cambio ha generado diversas opiniones tanto en Estados Unidos como en el ámbito internacional, marcando una posible redefinición de su enfoque hacia la OTAN y sus responsabilidades en el continente.
Dos factores fundamentales explican este cambio de dirección en su política exterior. En primer lugar, las crecientes tensiones geopolíticas en Europa, impulsadas por conflictos y la reconfiguración de alianzas, han obligado a replantear el papel de Estados Unidos en la región para garantizar la estabilidad. En segundo lugar, el aumento de la presión de aliados europeos que exigen un mayor compromiso de Washington en la defensa común ha llevado a Trump a reconsiderar sus estrategias. Este movimiento representa un intento de reforzar los lazos transatlánticos y asegurar que Estados Unidos mantenga una posición de liderazgo en la esfera internacional, a pesar de su inclinación inicial al aislacionismo.
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