Una emblemática estatua en una ciudad europea ha sido objeto de vandalismo por segunda vez en los últimos doce meses, generando un debate continuo sobre su simbolismo y relevancia en la sociedad contemporánea. Se trata de un monumento que, para algunos, representa la opresión colonialista, lo que ha llevado a repetidos actos de daños como manifestación de rechazo. Testigos en el lugar describen graffiti y daños estructurales que, según expertos, son cada vez más comunes en símbolos históricos considerados ofensivos por su conexión con el pasado imperialista de la región.
Las autoridades locales han expresado su preocupación por la incapacidad para proteger estos monumentos y la tensión creciente en torno a su preservación o retiro. Mientras tanto, grupos activistas defienden los actos de vandalismo como formas legítimas de protesta, argumentando que tales estatuas perpetúan relatos históricos unilaterales e insensibles. El debate levanta cuestiones sobre la identidad y memoria histórica en contextos poscoloniales, enfrentando la necesidad de conservar el patrimonio cultural con la demanda de revisarlo críticamente para responder a las sensibilidades modernas.
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