El cerco fiscal aprobado por el Congreso en diciembre pasado se ha topado con un obstáculo que limita su aplicación efectiva: la falta de dos órdenes ministeriales. Estas órdenes son fundamentales para que la normativa pueda ponerse en marcha, pero su emisión depende directamente del departamento liderado por Montero. La ausencia de estas directrices genera incertidumbre en el ámbito fiscal, dejando en vilo a las empresas y ciudadanos que esperaban claridad en su planificación económica. Sin estos instrumentos legales, el entramado fiscal planteado pierde eficacia, reduciendo la capacidad del Estado para mejorar la recaudación y fiscalización prometidas.
Los expertos señalan que la demora en la publicación de estas órdenes podría estar relacionada con cuestiones técnicas o políticas dentro del ministerio. Esta situación pone de relieve la dependencia de los procedimientos administrativos para la implementación de leyes, lo que a menudo atrasa las expectativas generadas por las reformas. Mientras tanto, las críticas no se han hecho esperar, especialmente por parte de grupos parlamentarios opositores y organizaciones empresariales, que demandan mayor celeridad y una comunicación clara por parte del gobierno sobre el estado de esta iniciativa. La resolución de este impasse es crucial para avanzar en el objetivo de un sistema fiscal más justo y eficiente.
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