La dinámica del comercio internacional en los sectores automovilístico y tecnológico ha dado un nuevo giro tras el anuncio de la Administración de Donald Trump de aplicar un arancel del 15 % a los automóviles japoneses importados en Estados Unidos. Esta medida, vigente desde el 16 de septiembre de 2025, modifica drásticamente la carga arancelaria que soportaban los vehículos japoneses, mientras que los fabricantes surcoreanos Hyundai y Kia deben seguir enfrentándose a un gravamen del 25 % debido al estancamiento en las negociaciones comerciales entre Washington y Seúl.
La rebaja de 12,5 puntos porcentuales respecto al 27,5 % anterior representa una consolidación en la posición de marcas como Toyota, Honda, Nissan y Mazda en el mercado estadounidense. En contraste, Corea del Sur percibe esto como un duro golpe. La industria automovilística, clave para la economía surcoreana, enfrenta un escenario donde un diferencial de precio del 10 % podría impactar gravemente en ventas y beneficios, afectando a un sector que representa el 10,4 % de sus exportaciones a los Estados Unidos.
Las conversaciones entre Washington y Seúl permanecen en un impasse, sin avances significativos desde un acuerdo preliminar anunciado el 30 de julio. La controversia principal radica en la gestión de una megainversión surcoreana en EE.UU., en áreas estratégicas como semiconductores y automoción eléctrica, por un valor de 350.000 millones de dólares.
Además del sector automotriz, la tensión se extiende a los semiconductores. La administración de Trump ha propuesto aranceles del 100 % sobre los chips importados, poniendo en riesgo a gigantes surcoreanos como Samsung y SK Hynix. Aunque Seúl esperaba un trato preferente tras el acuerdo de julio, no se han concretado garantías.
En este contexto, Japón se posiciona como el gran ganador. El acuerdo refuerza su competitividad en EE.UU. y se complementa con un fondo de 550.000 millones de dólares para inversiones conjuntas en tecnología y energía. El primer ministro japonés, Ishiba Shigeru, considera la medida un éxito estratégico que promueve estabilidad en el comercio bilateral.
A medida que el mercado estadounidense de automóviles, valorado en más de 500.000 millones de dólares al año, se transforma hacia el vehículo eléctrico, estas barreras arancelarias se tornan decisivas. Los consumidores podrían optar por modelos japoneses más asequibles, reduciendo la cuota surcoreana en segmentos como los SUV y sedanes de gama media.
La respuesta en Seúl ha sido de preocupación y frustración, mientras que en EE.UU., algunos grupos de la industria automovilística critican el acuerdo por favorecer a extranjeros en detrimento de los fabricantes nacionales. En Japón, por el contrario, la política se ve como una oportunidad para revitalizar su dinamismo en el mercado estadounidense.
Estas movidas comerciales no se limitan a un juego de tarifas, sino que reflejan una reconfiguración de alianzas en Asia-Pacífico, donde Estados Unidos busca un equilibrio de poder frente a China. La evolución de estas relaciones determinará el paisaje económico del futuro, mientras que Corea del Sur enfrenta un desafío crítico para mantener su influencia económica global.
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