En un escenario político volcánico, Nicolás Maduro se ha autoproclamado presidente de Venezuela en un evento que ha generado un aluvión de críticas internas y externas. Este controvertido acto ha tenido lugar frente a la Asamblea Nacional, donde el madurismo mantiene el control, a pesar del rechazo mayoritario expresado por el pueblo venezolano en las urnas el pasado julio, cuando Edmundo González Urrutia fue el favorito en los comicios. La comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos, ha respondido aumentando la presión sobre Maduro; el Gobierno de Joe Biden ha elevado la recompensa por información que lleve a su captura de 15 a 25 millones de dólares, acusándolo de delitos ligados al narcotráfico. Esta maniobra se suma a una serie de sanciones renovadas para aislar al régimen chavista y apoyan las denuncias de la oposición sobre un «golpe de Estado».
El descontento hacia el régimen de Maduro ha estimulado protestas masivas dentro de Venezuela y manifestaciones solidarias en ciudades internacionales como Madrid y Barcelona. Figuras opositoras de renombre, como María Corina Machado, han liderado las manifestaciones, desafiando la presión del gobierno chavista. En paralelo, líderes políticos globales han incrementado sus condenas hacia la consolidación del poder por parte de Maduro, evidenciando el aislamiento creciente del país sudamericano en el concierto internacional. A pesar del alboroto y la discordia, Maduro se mantiene firme para iniciar otro mandato presidencial, profundizando así la crisis democrática y humanitaria que azota a Venezuela.
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