En un contexto de creciente influencia china en América Latina, las políticas del presidente Donald Trump parecen favorecer la consolidación del gigante asiático en la región. Durante el siglo XXI, Estados Unidos dominaba el comercio en el hemisferio, pero ha ido perdiendo terreno en países clave. La estrategia comercial de Trump, marcada por su conocida guerra arancelaria, ha llevado a un ambiente proteccionista que contrasta con su histórica apertura económica. Este cambio de rumbo fortalece a China, que ha superado a Estados Unidos en el comercio global y mantiene un considerable superávit bilateral. Mientras China busca alianza y cooperación, Trump recurre a tácticas de intimidación y proteccionismo económico, reminiscentes de modelos pasados que Washington antes combatía.
La postura agresiva de Trump no solo ha tenido repercusiones comerciales, sino también políticas y sociales, especialmente en su trato hacia los inmigrantes latinoamericanos, a quienes criminaliza. Esta actitud contribuye a un resentimiento histórico en la región, evocando viejos agravios como las intervenciones norteamericanas y bloqueos económicos. A pesar de incidentes tensos, como la devolución de aviones militares con migrantes colombianos, la amenaza de aranceles aparece como un preludio a mayores conflictos. En contraste, el papa Francisco, una figura influyente en América Latina, promovió el diálogo y la reconciliación, como se vio en el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba bajo Barack Obama. La política de Trump podría agravar las tensiones en lugar de fomentar contactos beneficiosos, mientras China afianza su presencia con ofertas de cooperación.
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