Ibrahim Adnan, un joven de 21 años de Jan Yunis, en la Franja de Gaza, ha comenzado a caminar de nuevo tras sufrir una triple amputación a causa de un ataque aéreo israelí. Sus pasos, aunque breves, son un testimonio de su resiliencia y una reafirmación de su deseo de vivir. Él es uno de los muchos pacientes que se recuperan en el complejo de Al Thumama en Qatar, originalmente construido para el Mundial de 2022, que ahora alberga a unos 2,000 gazatíes evacuados, muchos con amputaciones y otras lesiones severas. Este es solo un reflejo de la crisis humanitaria que asola Gaza, donde las infraestructuras y servicios básicos han sido devastados por continuos ataques.
El conflicto ha resultado en más de 45,500 muertes y ha dejado a cerca de 110,000 personas heridas. Las instalaciones médicas han sido blanco recurrente de los bombardeos, dejando a la población sin acceso adecuado a atención. En medio de esta tragedia humanitaria, figuras médicas como José Luis Rondón, un médico cubano, y Suleiman Ahmed, seguidor del progreso de Ibrahim, luchan contra el tiempo para brindar tratamiento especializado a un variado espectro de pacientes. Las heridas físicas son profundas, pero son las cicatrices psicológicas las que representan el mayor desafío en un entorno donde la estabilidad sigue siendo una esperanza distante, mientras los esfuerzos para lograr un alto el fuego continúan sin éxito.
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