Emmanuel Macron llegará a Rabat esta semana para reunirse con el monarca marroquí Mohamed VI, en un intento por suavizar las tensiones bilaterales suscitadas en los últimos años por acusaciones de espionaje y desaires diplomáticos. Este movimiento de Macron, de reconocer la autonomía del Sáhara Occidental bajo soberanía marroquí, emula a la maniobra previa de Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español. No obstante, tanto Francia como España han enfrentado repercusiones, principalmente con Argelia, quien ve con recelo este respaldo a Marruecos en la disputa sobre el Sáhara. Ambos líderes intentan recuperar la confianza marroquí en un contexto de escasa estabilidad y con el futuro de sus relaciones diplomáticas pendiendo del éxito de sus cálculos políticos, que también acarrean incertidumbres comerciales, especialmente tras las restricciones de la Unión Europea a acuerdos previos con Rabat.
Paralelamente, la rivalidad comercial entre Francia y España suma un nuevo capítulo a esta compleja diplomacia. En los últimos meses, compañías de ambos países han competido por contratos lucrativos en Marruecos, como el desarrollo de infraestructuras ferroviarias. Sin embargo, las sentencias del Tribunal de Justicia de la UE invalidando acuerdos comerciales previos generan desafíos adicionales para ambos gobiernos, que tratan de sortear estos impedimentos con la búsqueda de soluciones innovadoras. A pesar de los avances diplomáticos, España debe lidiar con el reto de reconciliar su relación con Argelia, una fuente crucial de gas, mientras que Italia irrumpe en la escena con un enfoque distinto, ganándose la estima argelina. Así, se configura un escenario donde las alianzas y tensiones preexistentes se ven reconfiguradas por nuevos jugadores e intereses estratégicos.
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