El primer ministro neerlandés, Mark Rutte, convocó a los líderes europeos más comprometidos a una reunión en Bruselas para discutir la coordinación frente a la inminente presidencia de Donald Trump en Estados Unidos y la situación en Ucrania, bajo el contexto de la invasión rusa. A la minicumbre asistieron figuras clave de Alemania, Italia, Reino Unido, Francia, Polonia, Dinamarca y Países Bajos, en compañía del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, y representantes de la Unión Europea. España no fue convocada, algo que se ha atribuido a su incumplimiento con el objetivo de destinar al menos el 2% del PIB a defensa, una condición fijada por la OTAN. El refuerzo de la respuesta colectiva europea ante las amenazas externas, especialmente desde Rusia, se ha convertido en una prioridad, mientras crece el debate sobre un potencial despliegue militar europeo en Ucrania.
La ausencia española en estos foros internacionales subraya su débil posición en el contexto de defensa europea, contrastando con el empuje de países como Polonia, que destina un 4,7% de su PIB en defensa. Desde el gobierno español, liderado por Pedro Sánchez, se enfrenta a una reticencia interna a aumentar significativamente los presupuestos de defensa, situación aprovechada por diplomacias como la francesa, que buscan alianzas más fértiles en Europa del Este. La posición crítica de líderes como Radoslaw Sikorski de Polonia y las palabras del secretario general de la OTAN sobre la necesidad de adoptar una «mentalidad de guerra» reflejan el creciente consenso sobre la importancia de aumentar la inversión militar. Este contexto político y estratégico se plantea crucial a medida que Europa redefine sus relaciones internas y con Estados Unidos frente a las cambiantes dinámicas globales.
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