España ha recuperado su posición como el mayor productor ecológico de Europa, superando a Francia, según los datos de 2023 presentados recientemente en Madrid. Este resurgimiento se atribuye a la implementación de nuevas ayudas bajo la Política Agraria Común (PAC) y a una reducción en la producción del país vecino. España cuenta ahora con casi tres millones de hectáreas dedicadas a la producción ecológica, representando el 13% de su superficie agraria útil. Las comunidades más destacadas en este aspecto son Andalucía, Castilla La Mancha y Cataluña, que juntas abarcan el 75% de la superficie ecológica del país. A pesar de estos logros en la producción, el consumo interno de alimentos ecológicos en España sigue siendo bajo comparado con otros países europeos, como Suiza o Dinamarca.
Sin embargo, el auge de la producción ecológica no está exento de desafíos. Aunque este modelo favorece la biodiversidad y reduce la contaminación, gran parte de la producción se destina a la exportación, generando emisiones de transporte y dejando pendiente la transformación del sistema alimentario local hacia un consumo más sostenible. Además, el sector se enfrenta al problema del «greenwashing» o ecopostureo, donde los consumidores, cada vez más interesados en el consumo sostenible, deben navegar entre una avalancha de etiquetas que no siempre cuentan con certificaciones válidas, exceptuando aquellos productos que portan la Eurohoja, el distintivo europeo que garantiza su calificación como ecológicos. Mientras, la inversión en la mejora del uso del agua sigue siendo un área no cubierta por las actuales regulaciones, que continúan sin abordar esta importante cuestión ambiental.
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