Los chicharrones, un manjar que ha conquistado paladares en diversas partes de España, tienen un origen incierto pero han logrado establecer su presencia en la gastronomía de varias regiones ibéricas. Su nombre, según el historiador Manuel Ruiz Torres, proviene de una raíz onomatopéyica que refleja el sonido al freírlos, documentado por primera vez en el siglo XIII. Estas delicias se manifiestan de diferentes maneras dependiendo del lugar, como los populares chicharrones de Chiclana en Andalucía, conocidos por su crujiente textura externa y ternura interna, aderezados con una generosa cantidad de especias.
En otros lugares, las versiones locales también se roban el protagonismo. En Cádiz, los chicharrones se preparan en finas lonchas, muy semejantes a la carne mechada, tratándolos como un embutido al agregarles limón y sal, lo que los hace irresistibles. En Soria, los torreznos, protegidos por la Indicación Geográfica Protegida, destacan por la presencia de la piel del cerdo, que les otorga una textura única. Por su parte, los llardons catalanes transforman los chicharrones en un ingrediente clave para las tradicionales cocas dulces y saladas, mientras que en Galicia, los rixóns son elaborados con partes grasas del cerdo y cocidos hasta alcanzar una concentración saborosa. En cada región, este plato se reviste de tradiciones culturales, ofreciendo una experiencia gastronómica variada y rica en historia.
Leer noticia completa en El Pais.