Eslovaquia ha declarado el estado de emergencia tras la trágica muerte de un hombre de 59 años en Detva, víctima de un ataque de oso pardo. Este incidente ha llevado al gobierno eslovaco a autorizar el abatimiento de hasta 350 osos pardos, medida que busca reducir los crecientes encuentros con estos animales, que han triplicado su número en el último año. Las autoridades señalan que la situación es alarmante, pues los ataques han cobrado vidas solo dos veces en 25 años, pero han generado miedo entre la población, especialmente porque se están produciendo durante la temporada de hibernación. El primer ministro Robert Fico ha asegurado que esto también es una respuesta al patrón creciente de interacción entre osos y humanos, similar al de países como Rumanía, donde aplican políticas preventivas agresivas.
Mientras tanto, organizaciones ambientales como Greenpeace denuncian que esta estrategia de caza ignora alternativas no letales y la evidencia científica sobre gestión de residuos que podría prevenir incidentes. Estas críticas están respaldadas por experiencias internacionales; en España, por ejemplo, las autoridades han logrado reducir los enfrentamientos con osos pardos mediante programas especializados en el manejo de osos considerados problemáticos sin recurrir a medidas letales. Las técnicas incluyen el uso de trampas y collares con GPS para monitorear a los osos y disparos de caucho para disuadirlos de acercarse a zonas urbanas. España, que enfrentó una situación crítica con su población de osos pardos en los años 80, ha demostrado que con una gestión adecuada se puede preservar la biodiversidad mientras se garantiza la seguridad de la población.
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