Los devastadores incendios que han arrasado la ciudad de Los Ángeles desde el pasado martes continúan manteniendo a la comunidad en vilo. Hasta el momento, al menos 16 personas han perdido la vida, con 13 reportadas como desaparecidas, mientras más de 100,000 residentes han sido evacuados de sus hogares. Las llamas, alimentadas por los intensos vientos de Santa Ana, han consumido más de 14,000 hectáreas y unas 12,000 estructuras, incluidas viviendas y vehículos. A medida que los vientos se reactivan, las autoridades luchan por contener un desastre que ha cubierto de cenizas barrios exclusivos como Palisades, donde se han perdido numerosas propiedades de celebridades. En este escenario, el avance del fuego hacia áreas densamente pobladas ha intensificado las órdenes de evacuación, mientras los bomberos logran contener apenas el 11% de los siniestros en curso.
La respuesta inmediata al desastre ha sacado a la luz graves deficiencias en los sistemas de servicios de emergencia, con críticas dirigidas especialmente hacia los sistemas de agua y electricidad. Los bomberos enfrentan una presión insuficiente en sus mangueras debido al agotamiento de los tanques de agua y la interrupción del suministro eléctrico, agravando la situación y reduciendo su capacidad de respuesta en áreas críticas. A estos problemas se suma la movilización de recursos por parte del gobernador de California, Gavin Newsom, quien ha duplicado los efectivos de la Guardia Nacional para asistir en la contención del fuego. No obstante, actos de saqueo en las zonas evacuadas han obligado a imponer toques de queda, añadiendo una nueva dimensión de desafío en medio de la catástrofe, en la que la comunidad lucha por proteger sus vidas y propiedades.
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