Este fin de semana marca un cambio tradicional para España y otros países europeos, cuando se ajusten los relojes para adaptarse al horario de invierno. En la madrugada del domingo 27 de octubre, a las 3:00 a. m., los relojes se retrasarán una hora, lo que significa que el día tendrá oficialmente 25 horas. Este cambio, vigente hasta marzo de 2025, busca optimizar el uso de la luz solar y promover el ahorro energético. Sin embargo, este ajuste acarrea un debate recurrente sobre su efectividad y necesidad. La codirectora de Time-Use Initiative, Ariadna Güell, critica esta práctica, que considera desfasada, señalando que los estudios actuales no muestran un ahorro energético significativo, y que podría tener efectos adversos en salud y economía.
El cambio de hora tiene raíces históricas en España, remontándose a 1940 cuando el país ajustó su horario para alinearse con Alemania durante el régimen franquista. Actualmente, España opera con un desfase de dos horas respecto a su huso horario geográfico, más notable en regiones como Galicia. A pesar de las propuestas para eliminar estos ajustes, como una iniciativa de la Comisión Europea en 2018, no se ha alcanzado un consenso. Mientras tanto, hasta 2026, según el Real Decreto 236/2002, se mantendrá el cambio bianual. La posibilidad de abolir esta práctica dependerá de futuras decisiones de la Unión Europea, mientras que la preferencia de los españoles, según el CIS, se inclina hacia mantener el horario de verano.
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