El presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha intensificado su retórica contra Israel en el marco de la creciente tensión en Oriente Medio, mencionando un posible ataque israelí contra Anatolia y acusando al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de realizar una limpieza étnica. Estas declaraciones se produjeron tras el inicio de la invasión del Líbano por parte de Israel y en medio de la guerra en la Franja de Gaza. Sin embargo, expertos como Ilter Turan consideran que estas acusaciones son estrategias para desviar la atención de problemas internos de Turquía, especialmente económicos. La relación entre ambos países, que hace décadas fue sólida, atravesó serias rupturas, especialmente tras incidentes como el asalto a la flotilla de la libertad en 2010, y se han deteriorado aún más en el contexto actual, con la suspensión del comercio entre Turquía e Israel.
Las tensiones no se limitan a Israel, ya que Turquía también mantiene una compleja relación con Irán. A pesar de que ambas potencias regionales han evitado enfrentamientos directos, sus diferencias religiosas, con Turquía apoyando a grupos suníes como Hamás y Irán respaldando a chiíes como Hizbulá, marcan sus posiciones en la región. Además, el papel de Turquía en el conflicto de Gaza se ve limitado debido a varias razones, incluyendo su pertenencia a la OTAN, lo cual minimiza el riesgo de intervención militar directa. A pesar de su retórica beligerante, Erdogan ha minimizado su papel como mediador en el conflicto, con naciones como Qatar y Egipto liderando los esfuerzos de negociación entre Israel y Hamás. En último término, la situación actual refleja la complejidad de las relaciones regionales y las consideraciones estratégicas de Erdogan en un contexto de conflictos cruzados.
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