En un ambiente político cargado de tensiones históricas y contradicciones contemporáneas, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, ha decidido enfocar su atención en la conmemoración del 50 aniversario de la muerte del dictador Francisco Franco, programando una serie de eventos a lo largo de 2025. Este esfuerzo contrasta fuertemente con su postura hacia la crisis política en Venezuela, donde Nicolás Maduro ha renovado su poder a pesar de las elecciones perdidas, según informes de observadores internacionales como el Centro Carter. Sin embargo, Sánchez y su gobierno han evitado pronunciarse sobre el nuevo presidente electo, Edmundo González, manteniendo una política de no reconocimiento en sincronía con la reticencia de algunos aliados internacionales.
La ambivalencia del gobierno español también se refleja en la actitud del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, quien ha mantenido un discurso en defensa de Maduro, a pesar de las críticas internacionales por la situación en Venezuela. Esta postura parece enraizada más en intereses políticos y estrategias electorales que en principios democráticos universales. Al dedicar recursos a la memoria de un dictador fallecido hace cinco décadas, Sánchez podría estar intentando consolidar su base electoral frente a sus rivales a la izquierda en un contexto marcado por el avance de movimientos autocráticos a nivel global. Esta estrategia, no obstante, es vista por algunos críticos como un intento de desviar la atención de cuestiones internas, incluidas las acusaciones de corrupción que afectan a su administración.
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