En un movimiento para intensificar la presión sobre Rusia, Donald Trump ha advertido que implementará sanciones directas y secundarias dirigidas a frenar las ventas de petróleo y gas del país. Las sanciones directas afectarían directamente al gobierno ruso y a sus intereses económicos, mientras que las secundarias se centrarían en aquellos países y empresas que continúen comprando recursos energéticos a Rusia. Este enfoque busca aislar aún más al Kremlin en el escenario internacional, restringiendo sus fuentes de ingresos clave e incitando a aliados y socios a revaluar sus relaciones comerciales con Moscú.
La estrategia anunciada por Trump llega en un momento de crecientes tensiones entre Washington y Moscú, y se enmarca en un patrón de medidas punitivas que los Estados Unidos han implementado en respuesta a las acciones del Kremlin en el ámbito internacional. Al amenazar con sanciones secundarias, Trump busca ampliar el alcance de la presión económica, disuadiendo a terceros países de mantener vínculos energéticos con Rusia. Esta postura podría fracturar dinámicas comerciales existentes, generando un efecto dominó que afecte no solo a la economía rusa sino también a los mercados globales de energía.
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