Endesa, que desde 2009 es parte del grupo italiano Enel, enfrenta un panorama desafiante en medio de un sector energético en transformación. La empresa española depende significativamente de las decisiones del regulador sobre las tarifas de las redes de distribución, ya que con más del 40% de su EBITDA vinculado a estas, cualquier cambio podría impactar notablemente su rentabilidad. La firma se defiende en un entorno complicado por la caída de precios y la implementación del impuesto extraordinario a las energéticas, que espera absorber a través de una estrategia que incluye la revisión de su plan estratégico y un ajuste en su política de dividendos, asegurando un mínimo de un euro por acción hasta 2026. A nivel operativo, Endesa busca afianzar su posición en el mercado ibérico, produciendo menos electricidad de la que vende, lo que le permite aprovechar la volatilidad de precios a corto plazo.
A pesar de las incertidumbres, las perspectivas regulatorias y el aumento de la demanda eléctrica en España lucen prometedoras para Endesa. Con el impulso hacia la descarbonización y las expectativas de que el regulador eleve la retribución de las redes para acercarse al 7%-8% reclamado por las distribuidoras, la compañía podría ver un incremento significativo en su beneficio bruto. Sin embargo, el cierre de centrales nucleares y la posibilidad de consolidación del impuesto extraordinario son retos a afrontar, especialmente considerando que Endesa deberá reemplazar la capacidad cerrada mientras apuesta por las renovables, campo donde ya cuenta con 10,1 GW de capacidad instalada. El anuncio de acuerdos significativos, como la venta de fotovoltaicas al fondo Masdar, y la reducción de costes financieros, podrían ofrecer un respiro a su panorama fiscal, aunque se espera que la estrategia de dividendos se ajuste para atraer inversores en un entorno competitivo donde otras opciones prometen retornos similares.
Leer noticia completa en El Pais.