En medio de la ola de violencia que afecta a los agricultores de cítricos en México, Javier Vargas Arias, un empresario destacado del sector, fue asesinado en Veracruz mientras realizaba sus labores en una empacadora local. Este ataque se suma al de Bernardo Bravo Manríquez, dirigente de citricultores en Michoacán, ejecutado días antes. Ambos casos han desatado un clima de miedo en la comunidad agrícola, que enfrenta amenazas y extorsiones de grupos criminales. La violencia en Veracruz se ve intensificada por la presencia de organizaciones delictivas como La Mafia Veracruzana, que disputan el control de rutas y extorsiones, una problemática que sigue sin resolverse.
Álamo Temapache, una región devastada por lluvias torrenciales que han dejado gran parte de sus tierras improductivas, se encuentra en el epicentro de esta crisis. La respuesta tardía de las autoridades frente a los desastres naturales y los asesinatos ha generado protestas de los habitantes locales. La alcaldesa y la presidenta de México han visitado recientemente la zona para evaluar los daños y ofrecer asistencia, pero la tensión persiste. Los eventos recientes subrayan la vulnerabilidad del sector agrícola ante la violencia criminal, que amenaza con paralizar una de las principales fuentes económicas de la región.
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