El magnate sudafricano ha dimitido solo cuatro meses después de asumir un rol en el Gobierno, dejando tras de sí una estela de críticas y promesas incumplidas. Durante su breve mandato, intentó implementar recortes que nunca se materializaron, afectando su credibilidad y generando tensiones dentro del gabinete. Su salida ha desatado un intenso debate sobre su gestión y la viabilidad de sus propuestas económicas, que chocaban frecuentemente con la política fiscal del presidente. La falta de logros ha erosionado su imagen pública, afectando su reputación tanto en el ámbito político como en el empresarial.
La dimisión ha sido recibida con diversas reacciones, algunas de alivio dentro del partido gobernante, mientras que sus seguidores lamentan la pérdida de una figura que prometía una transformación radical. El criticado enfoque fiscal del presidente sigue siendo un tema de controversia, y el vacío dejado por el magnate genera incertidumbre sobre el futuro económico del país. Observadores políticos señalan que este episodio podría debilitar la cohesión del Gobierno, al tiempo que plantea interrogantes sobre quién podría ser su sucesor y cómo impactará en las decisiones fiscales y económicas a corto plazo.
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