China y Rusia podrían aprovecharse de la inevitable parálisis institucional a la que se enfrentarán la Unión Europea y Estados Unidos en los próximos siete meses. Esta situación, derivada de procesos electorales y desafíos internos, podría dejar espacios de maniobra estratégicos para Pekín y Moscú en el plano internacional, aumentando su influencia y capacidad de acción ante la falta de respuesta coordinada de Occidente.
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