Las declaraciones de Pedro Sánchez tras el apagón nacional han reabierto el debate sobre el papel de la energía nuclear en España. Pero, ¿fueron realmente un problema o un elemento clave de estabilidad? Esto fue lo que ocurrió antes, durante y después del colapso eléctrico.
El 28 de abril de 2025, España vivió uno de los mayores apagones eléctricos de las últimas décadas. El colapso, que afectó al 60 % del suministro eléctrico en menos de cinco segundos, dejó a millones de ciudadanos sin luz, telecomunicaciones ni acceso a servicios esenciales durante horas. A las pocas horas, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmaba en rueda de prensa: “Durante esta crisis, las centrales nucleares, lejos de ser una solución, han sido un problema porque estaban apagadas.”
Sin embargo, una revisión técnica y detallada de los hechos contradice esta afirmación y permite comprender con mayor precisión el funcionamiento de los reactores nucleares en situaciones de emergencia.
¿Estaban apagadas las nucleares españolas?
De los siete reactores nucleares activos en el parque español, cuatro estaban operando con normalidad en el momento exacto del colapso: Almaraz II, Ascó I y II y Vandellós II estaban suministrando electricidad a la red. Los otros tres —Trillo, Almaraz I y Cofrentes— se encontraban temporalmente desconectados por razones técnicas o de ajuste de oferta-demanda: Trillo en proceso de recarga de combustible, y los otros dos por necesidades del sistema eléctrico, algo habitual en la planificación energética.
Por tanto, no es cierto que “las centrales estaban apagadas”, como afirmó el presidente. De hecho, su desconexión automática ante el colapso y la activación inmediata de los sistemas de seguridad muestra que, más que un problema, funcionaron exactamente como estaban diseñadas para hacerlo.
Qué ocurre dentro de un reactor cuando falla la red
Las centrales nucleares están equipadas con múltiples capas de seguridad para responder ante emergencias como un apagón. Al detectar la caída de tensión, los reactores se apagaron de forma automática introduciendo sus barras de control, fabricadas con materiales altamente absorbentes de neutrones como el boro o el hafnio. Esto detiene la reacción de fisión.
Pero ahí no termina la historia: incluso con la reacción detenida, los núcleos continúan generando calor residual durante horas o incluso días. Este fenómeno, conocido como inercia térmica, es el motivo por el cual los sistemas de refrigeración deben mantenerse activos tras el apagado.
En este contexto, los generadores diésel autónomos de las centrales entraron en acción automáticamente, garantizando la refrigeración continua de los núcleos sin depender de la red. Según informó el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), el protocolo de emergencia se ejecutó sin incidentes, y no se comprometió en ningún momento la seguridad de las instalaciones.
Reactivación y coordinación con el operador eléctrico
Una vez restablecido el suministro eléctrico exterior, los generadores diésel fueron desconectados y los sistemas se normalizaron. Sin embargo, la reanudación de la producción de energía nuclear no es inmediata ni arbitraria.
Cada reactor debe superar una serie de verificaciones técnicas antes de reconectarse, y su sincronización con la red depende de las instrucciones del operador del sistema, en este caso Red Eléctrica de España, y de la situación del mercado eléctrico.
Por ello, no es correcto asumir que las nucleares “fallaron” o “no estaban listas”: simplemente actuaron conforme a los protocolos de seguridad y a las decisiones del operador del sistema.
¿Fueron las nucleares parte del problema o parte de la solución?
El apagón evidenció muchas vulnerabilidades del sistema eléctrico español, incluyendo la alta dependencia de las energías renovables sin almacenamiento, la fragilidad de la infraestructura de telecomunicaciones, y la falta de autonomía de muchas infraestructuras críticas.
En ese contexto, las centrales nucleares, al contar con sistemas autónomos de respaldo y una arquitectura robusta, ofrecieron un baluarte de estabilidad frente al caos. Si bien no pudieron mantener el suministro eléctrico —ninguna planta puede hacerlo sola ante una caída generalizada— sí aseguraron su propia seguridad y quedaron disponibles para su reconexión cuando el sistema lo permitió.
Conclusión: una oportunidad para el debate informado
El apagón del 28 de abril no solo puso a prueba la resistencia de nuestra red eléctrica, sino también la calidad del debate público en torno a la energía nuclear. Las declaraciones políticas, si bien legítimas desde una perspectiva ideológica, deben ajustarse a los hechos técnicos para no desinformar ni generar falsas percepciones sobre la seguridad y utilidad de las infraestructuras críticas.
A una semana del incidente, no hay evidencia técnica que sugiera que las nucleares españolas agravaron la crisis. Al contrario: respondieron con eficacia y demostraron su capacidad de resistencia y seguridad, ofreciendo una lección de cómo deben comportarse las infraestructuras críticas ante situaciones extremas.