En una tarde marcada por un clima adverso, el maestro de Chiva, Enrique Ponce, vivió un emocionante y memorable adiós a los ruedos españoles al conseguir su cuadragésima puerta grande. A pesar de los fuertes vientos que azotaban, Ponce logró desorejar al sobrero de regalo en una faena que quedará en la memoria de los aficionados al toreo. La ovación del público fue unánime, entre gritos de «¡torero, torero, torero!», que resonaron en la plaza, reconociendo el talento y la entrega del diestro a lo largo de su carrera. La actuación de Ponce estuvo marcada por su habitual maestría y temple, mostrando una combinación de técnica y pasión que logró conquistar a los allí presentes.
El acto culminante de su despedida llegó cuando Ponce fue llevado a hombros por un grupo de entusiastas admiradores, quienes lo condujeron hasta su hotel, en un emotivo trayecto que simbolizó su carrera llena de triunfos y dedicación al arte de torear. La despedida en España representa el final de una era para el torero valenciano, que deja un legado imborrable en el mundo taurino. La jornada no solo celebró las habilidades del maestro en el albero, sino también su influencia perdurable en una tradición profundamente arraigada en la cultura española. La retirada de Ponce deja un vacío difícil de llenar, y su última faena en España se convierte en un recordatorio de su estatura legendaria en la tauromaquia.
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