El nuevo plan presupuestario del presidente de Estados Unidos busca consolidar su legado económico a través de la ampliación de los recortes de impuestos iniciados durante su primer mandato (2017-2021). Este enfoque pretende estimular el crecimiento económico reduciendo las cargas fiscales para empresas y ciudadanos. Junto con estos recortes, el presupuesto destaca un aumento en el gasto destinado a la defensa y el control migratorio, reflejando prioridades en seguridad nacional y seguridad fronteriza según la administración. Sin embargo, estas decisiones conllevan una drástica reducción en programas sociales significativos, como Medicaid y los cupones de comida, generando preocupación entre los defensores de estos servicios esenciales para las comunidades más vulnerables.
La propuesta ha desatado un intenso debate en el Congreso, donde los detractores critican que este enfoque profundiza las desigualdades sociales y afecta a las personas de bajos ingresos que dependen de la asistencia pública. Los partidarios, en contraste, argumentan que el impulso al sector defensa y las medidas migratorias son vitales para la seguridad nacional, y que los recortes fiscales beneficiarán a la economía general al fomentar la inversión y el consumo. A medida que avanzan las discusiones, el plan deberá enfrentar un escrutinio detallado en el contexto de un panorama político dividido, donde el equilibrio entre crecimiento económico y justicia social sigue siendo un punto de contención crucial.
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