En un escenario marcado por la incertidumbre geopolítica e inestabilidad interna, 59,2 millones de alemanes están convocados este domingo para elegir a los miembros del 21º Bundestag. La ruptura de la coalición semáforo, encabezada por el canciller socialdemócrata Olaf Scholz, ha llevado a adelantar las elecciones en un momento crítico para el país. Con encuestas que destacan a la Unión (CDU/CSU) liderada por Friedrich Merz como favorita con un 30% de los votos, seguida de Alternativa para Alemania (AfD) con un 20%, el panorama político se presenta complejo. Los socialdemócratas (SPD) y los Verdes podrían desempeñar un papel clave, mientras que partidos menores, como los Liberales y la nueva Alianza Sahra Wagenknecht, luchan por superar el umbral del 5% para entrar al parlamento.
El electorado se enfrenta a un sistema de representación proporcional personalizada que podría complicar la gobernabilidad, especialmente si los partidos pequeños no superan el umbral, otorgando a la Unión la posibilidad de formar gobierno con menos del 40% de los votos. Mientras Merz busca una coalición más manejable con el SPD o los Verdes, el ascenso de la AfD plantea un desafío significativo. Apoyada por figuras internacionales como Elon Musk, la AfD aprovecha la desilusión con la gestión de la migración y la percepción de ineficacia estatal. A pesar de no acceder al poder, su crecimiento y la presión que genera podrían obstaculizar las políticas de otros partidos, comprometiendo la estabilidad de un país clave en la Unión Europea.
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