El autodenominado Estado Islámico (IS) ha demostrado una preocupante resiliencia en Siria e Irak, donde sus células durmientes han intensificado sus operaciones, según indican los analistas. A pesar de su aparente derrota en 2019, la organización yihadista ha comenzado a reconstituir sus capacidades, lo que ha encendido las alarmas de Washington y sus aliados. En Siria, el IS ha aprovechado el complejo mosaico de gobernanza y la ausencia de una autoridad unificada para incrementar su influencia, mientras que en Irak, a pesar de una disminución en sus actividades, sigue empleando tácticas de guerrilla en áreas como las montañas de Hamrin. Observadores destacan que el IS no siempre se adueña de sus atentados por estrategia, lo que sugiere que la magnitud de sus operaciones podría ser mayor.
En África, el IS ha trasladado parte de sus estructuras organizativas fuera de Siria e Irak, estableciendo fuertes presencias en países como Malí, Nigeria y Mozambique. Aquí, la inestabilidad y la falta de recursos ofrecen un terreno fértil para su expansión, haciendo del continente un nuevo foco de preocupación internacional. Mientras tanto, las agencias de inteligencia occidentales, incluidos cuerpos en España, intensifican sus esfuerzos para contrarrestar la propaganda y el proselitismo del IS en internet, observando cómo esta organización globalizada sigue viéndose como un modelo atractivo para posibles terroristas en Occidente. Con la retirada planificada de tropas estadounidenses de regiones clave, los expertos advierten que repetir errores del pasado podría reactivar amenazas a la seguridad global.
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