En junio de 2021, la emisión del primer eurobono por parte de la Comisión Europea marcó un cambio significativo en la política financiera del bloque, respaldado por un debate prolongado y resistencias de países como Alemania y Países Bajos. La emisión, que ascendió a 20 mil millones de euros, simbolizó un punto de inflexión en el enfoque hacia la deuda compartida y fue esencial para respaldar los fondos de recuperación en medio de la pandemia. Mientras el continente enfrentaba una recesión potencial, este movimiento marcó el fin de una era de austeridad promovida por las principales economías europeas, abriendo camino a una forma más conjunta de enfrentar los desafíos económicos.
Cuatro años después, la situación ha cambiado drásticamente debido, en parte, a la invasión rusa de Ucrania, que obligó a la UE a rearmarse y buscar nuevos fondos. En este nuevo contexto, resurge la propuesta de eurobonos, vista ahora como una oportunidad en lugar de una necesidad. El regreso de Donald Trump y su política arancelaria errática en EE.UU. ha hecho que Europa se convierta en un destino más atractivo para inversores internacionales, quienes están trasladando capitales desde Wall Street a mercados europeos como el Dax, Cac e Ibex. Esto ha revalorizado en gran medida el euro y ha disminuido las primas de riesgo, especialmente en países del arco mediterráneo. La idea de emitir deuda compartida hasta el 25% del PIB, propuesta por economistas destacados, busca consolidar la posición de Europa en el ámbito financiero global, aunque enfrenta resistencia por parte de países del norte preocupados por el riesgo moral de financiar los gastos del sur.
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