La carrera presidencial de 2024 en Estados Unidos ha presentado giros inesperados, destacando el sorprendente resurgimiento del Partido Demócrata en su intento de desafiar a Donald Trump. En un contexto de incertidumbres, el partido parecía inclinarse a ceder el terreno político, hasta que una serie de eventos revitalizaron su estrategia. La respuesta de Joe Biden a la guerra de Gaza afectó su popularidad, especialmente entre jóvenes y minorías, sumado a preocupaciones sobre su salud que se complicaron aún más después de un pobre desempeño en un debate presidencial anticipado. Con una creciente presión interna, destacados líderes demócratas instaron a Biden a reconsiderar su candidatura, preocupados por la posibilidad de una derrota electoral con profundas repercusiones para la democracia estadounidense.
En un giro crucial, Biden decidió no buscar la reelección, lo que dejó a los delegados del partido la libertad de seleccionar a su nuevo nominado. Kamala Harris, quien recibió rápidamente el respaldo de Biden, se movió ágilmente para consolidar su posición como candidata, incluyendo la elección del gobernador de Minnesota, Tim Walz, como compañero de fórmula. Esta alineación revitalizó al partido y unificó a sus diversas facciones. Mientras los demócratas se preparaban para su convención en Chicago, la sensación era de renovado optimismo y determinación, conscientes de la importancia crucial de estas elecciones en un momento en que la influencia de Trump continúa prevaleciendo entre sus seguidores. Así, el futuro de la democracia estadounidense pende de un hilo, en espera del desenlace final de esta disputada campaña presidencial.
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