El Holocausto y su representación cinematográfica han sido objeto de debate durante décadas, generando divisiones entre quienes apuestan por el poder de las imágenes y aquellos que defienden su no representación. Claude Lanzmann, director de la épica «Shoah», optó por excluir archivos visuales en un esfuerzo por honrar el abismo de horror vivido, en oposición al pensamiento de Georges Didi-Huberman, que en su obra «Imágenes pese a todo» valora las pocas fotografías clandestinas del Sonderkommando como ventanas esenciales a la memoria y evidencia del Holocausto. Este choque de posturas se remonta al polémico plano travelling de «Kapò» de Gillo Pontecorvo, que provocó críticas como la de Jacques Rivette por lo que consideraban una estética abyecta, mientras que trabajos posteriores como «Noche y Niebla» de Alain Resnais, que ofreció una cacofonía de imágenes inidentificables, han recibido valoraciones distintas.
En un mundo marcado por el remanente impacto del Holocausto, cineastas contemporáneos continúan explorando su representación, abordando narrativas tanto críticas como de reconciliación. La emblemática «Lista de Schindler» de Steven Spielberg fue un éxito comercializado por su redención de un «nazi bueno», mientras que cintas como «La cuestión humana» de Nicolas Klotz examinan las resonancias del lenguaje nazi en la modernidad corporativa. En 2023, «La zona de interés» de Jonathan Glazer volvió a avivar el diálogo sobre la representación del mal histórico, uniendo sorprendentemente a críticos opuestos como Lanzmann y Didi-Huberman por su aclamación de «El hijo de Saúl» de László Nemes. Mientras el cine sigue intentando lidiar con el insondable abismo de Auschwitz, obras recientes invitan a una introspección oscura y necesaria sobre la naturaleza repetida de la barbarie humana.
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