La muerte de John le Carré dejó un vacío en el género del espionaje literario, especialmente en un momento en el que la escasez de conflictos bélicos limitaba la inspiración de nuevos autores. Sin embargo, la actualidad geopolítica, marcada por los bombardeos israelíes sobre Irán, está reavivando el interés por historias de espionaje. Este contexto ofrece un terreno fértil para explorar el papel de agencias como el Mossad, que operan con una precisión milimétrica en misiones de alto riesgo, donde el objetivo es eliminar a figuras clave en territorios considerados hostiles.
El espionaje ha evolucionado hacia un enfoque más tecnológico, donde la inteligencia artificial y los artilugios sofisticados han reemplazado a los métodos tradicionales. Las misiones ya no requieren necesariamente de espías bajos perfiles que viajan por el mundo; ahora, los datos se obtienen en laboratorios y a través de dispositivos que superan los esfuerzos de un agente en el terreno. Este cambio en la dinámica del espionaje plantea interrogantes sobre la naturaleza de la narrativa y quién puede contar estas historias en la era digital.
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