El 2 de febrero de 2025, la regulación tecnológica en Europa alcanzó un nuevo paradigma con la entrada en vigor de las primeras obligaciones del Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial (RIA). Este marco legal ejemplar establece las directrices para el desarrollo, uso y despliegue de sistemas de inteligencia artificial en la Unión Europea, contemplando multas severas de hasta 35 millones de euros o el 7 % de la facturación anual para quienes incumplan.
La implementación del RIA se realizará de manera progresiva, permitiendo a empresas y organizaciones una adaptación ordenada. Sin embargo, los primeros requisitos ya son de aplicación inmediata y afectan directamente a miles de compañías que operan con tecnologías de inteligencia artificial.
En esta primera etapa, el RIA introduce dos bloques normativos clave. El primero es la alfabetización en IA, imponiéndose a las empresas la obligación de formar adecuadamente a todo personal implicado en el desarrollo o uso de sistemas de IA. Esto no se limita únicamente a técnicos, sino que incluye a individuos de todas las áreas, desde marketing hasta recursos humanos. Este enfoque busca asegurar un entendimiento profundo sobre el funcionamiento, limitaciones y riesgos asociados con la tecnología, además de fomentar buenas prácticas éticas y legales.
El segundo bloque aborda la prohibición de usos inaceptables de la IA. Según el artículo 5 del reglamento, se prohíben prácticas que puedan violar derechos fundamentales o generar riesgos sociales inasumibles. Estas restricciones incluyen desde la manipulación subliminal hasta el puntaje social basado en características personales, exhortando así a las empresas a eliminar inmediatamente dichas prácticas para evitar sanciones severas.
Este nuevo reglamento afecta a una amplia gama de actores en el ecosistema de la inteligencia artificial, desde proveedores y usuarios hasta terceros colaboradores. Dada la trascendencia de la IA en sectores desde la banca hasta la sanidad, muy pocas empresas quedan exentas de estas directrices.
Para cumplir con este marco regulador, las empresas deben seguir una hoja de ruta que comienza con un inventario exhaustivo de sus sistemas de IA y la evaluación de su nivel de riesgo. Estas acciones deben complementarse con un programa formativo obligatorio en alfabetización en IA, revisión de contratos con proveedores y la implantación de mecanismos de supervisión y auditoría. La asesoría legal especializada también se destaca como esencial para navegar en este complejo entramado normativo.
Las sanciones por no cumplir con el RIA son considerables, no solo en términos económicos, sino también en el terreno reputacional. La Comisión Europea se compromete a una estricta vigilancia sobre prácticas como la manipulación subliminal, defendiendo así los valores fundamentales de la Unión.
Sin embargo, más allá del cumplimiento obligatorio, puede surgir una nueva oportunidad para que las empresas se diferencien. Adoptar el RIA no solo es cumplir con la normativa, sino también posicionarse como un referente de responsabilidad y transparencia. Las organizaciones que implementen políticas robustas de gobernanza de IA no solo cumplirán con las regulaciones, sino que también podrán ganarse la confianza de clientes, inversores y del público en general.
En un panorama donde la inteligencia artificial definirá el futuro de los negocios, aquellas compañías que integren la innovación con el cumplimiento normativo podrán explotar el potencial de la IA de manera sostenible y responsable.