Durante el acto de la Diada en Barcelona, con una asistencia notablemente reducida de 28,000 personas, se evidenció una alianza inusual entre socialistas e independentistas, quienes coincidieron en criticar las decisiones judiciales a favor de la defensa del español en las escuelas catalanas. Las protestas subrayaron un descontento común hacia lo que consideran una intromisión en las políticas de inmersión lingüística que han sido fundamentales en el programa educativo de Cataluña. Esta conjunción de fuerzas políticas ante las acciones judiciales marca un nuevo capítulo en la compleja relación entre los distintos actores políticos de la región.
Por otro lado, el evento destacó por la participación de Sílvia Orriols, líder del partido de extrema derecha Aliança Catalana, cuya presencia refleja una aparente normalización del separatismo catalán hacia movimientos de ideología radical. La incorporación de Orriols y su partido a las manifestaciones provoca un giro significativo en el panorama político, poniendo de relieve las tensiones subyacentes entre los tradicionales valores de inclusión del independentismo y las tendencias más extremas que están ganando terreno en el debate público catalán.
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