El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, como el 47° presidente de Estados Unidos, reconfigura el panorama de la diplomacia internacional enfocada en la lucha contra el cambio climático. Trump había sacado a Estados Unidos del Acuerdo de París durante su primer mandato, un pacto del cual Joe Biden reincorporó al país el primer día de su gestión. Los firmantes del Acuerdo de París se comprometen a disminuir sus emisiones para frenar el aumento de la temperatura global a no más de 1,5°C o 2°C. Sin embargo, con Trump nuevamente al mando y negando la existencia del cambio climático, se espera que promueva la explotación intensiva de combustibles fósiles, lo que podría complicar aún más el cumplimiento de estos objetivos climáticos.
Ante la posible salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, y tal vez incluso de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el impacto de esta política antiecologista se prevé significativo. Sin embargo, algunas barreras internas podrían limitar su efecto. Estados tan descentralizados como los de Estados Unidos pueden actuar como un contrapeso, con varios políticos y administraciones estatales avanzando sus propias agendas de descarbonización durante el primer mandato de Trump. La resistencia también podría venir del sector privado, donde la transición a energías renovables ha cobrado fuerza bajo la administración de Biden. Expertos sostienen que el impulso hacia una economía verde es imparable, señalando que Estados Unidos cuenta con más de 10 millones de empleos en este sector, y que las renovables son más baratas y confiables que los combustibles fósiles. A pesar de las políticas de Trump, el crecimiento global de la economía ecológica continúa demostrando ser una fuerza económica significativa y en ascenso.
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