Fidel, un hombre mayor con depresión y una enfermedad pulmonar crónica, enfrenta su situación llevando gafas nasales y un tanque de oxígeno a cuestas. Vive en una habitación alquilada tras ser abandonado por su esposa y se mantiene con una pensión mínima. Fidel, quien apenas tiene contacto con su hija, ve en el Atlético de Madrid su único refugio. Es un caso típico del perfil de alto riesgo de suicidio, una situación alarmante donde la tasa de suicidio en hombres supera por mucho a la de las mujeres, especialmente en los mayores de 65 años. A menudo, estos hombres, como Fidel, sufren en silencio, atrapados en roles sociales que les impiden expresar vulnerabilidad, siendo el abuso de alcohol un pródigo compañero en su autodestructivo camino.
El fenómeno del suicidio, entre varones particularmente, es un reto social de envergadura. Ese estigma de invulnerabilidad y la falta de redes de apoyo emocional son obstáculos tangibles en la lucha contra esta crisis. Actualmente, en España, se están desarrollando planes autonómicos para la prevención del suicidio que buscan específicamente abordar este tema. Los expertos sugieren que una manera efectiva de llegar a estos hombres es a través de sus intereses, como el fútbol, donde campañas de sensibilización pueden ofrecer empatía y apoyo desde un lugar que les es cercano y reconocible. Fidel, a pesar de sus tribulaciones, sigue siendo parte de una comunidad, encontrado en el fútbol razones para seguir adelante, comparable a una metáfora de esperanza similar a un emocionante encuentro en un estadio. La labor de prevención requiere involucrar a toda la sociedad, desde ciudadanos y empresas hasta instituciones, promoviendo un entorno en el que nadie quede desamparado.
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