A casi un siglo de la publicación de «El gran Gatsby» de Francis Scott Fitzgerald, la novela sigue atrayendo tanto a críticos como a releedores, quienes desentrañan obsesiones tan humanas como el pasado irrecuperable o la siempre inalcanzable luz verde al otro lado de la bahía. Rodrigo Fresán en su «El pequeño Gatsby», ofrece una interpretación sobre el eco de la alegría desesperada de las fiestas y el ruido del mundo mafioso que retrató Fitzgerald. La obra de Fresán busca arrojar luz sobre las distintas facetas de la novela, incluyendo las percepciones erróneas de algunos que la consideraban un «literario merengue de limón», alejándose de su profunda introspección y riqueza literaria.
El personaje de Nick, el narrador parcialmente involucrado, se alza como uno de los pilares de la narrativa de Fitzgerald. La célebre reflexión de Fitzgerald sobre sostener dos ideas opuestas y seguir funcionando resuena con la esencia de Nick: un observador que es a la vez parte y testigo del drama. Esta dualidad enriquece la narrativa, ofreciendo un análisis de la ironía y el desencanto. La novela, aunque inicialmente subestimada, emerge como una obra que desafía las nociones simplistas de la moralidad y la complejidad humana, demostrando que el tiempo puede pulir sus facetas hasta descubrir en ellas un innegable espejo de la vida.
Leer noticia completa en El Pais.