En su primera entrevista como Pontífice, el nuevo líder de la Iglesia Católica dejó claro que su misión no es la de actuar como «el solucionador de los problemas del mundo». Durante la conversación, subrayó que su enfoque principal será la espiritualidad y el fortalecimiento de la fe entre los creyentes. Este enfoque marca un cambio respecto a sus predecesores, quienes a menudo asumieron roles más visibles en cuestiones políticas y sociales globales. El Pontífice enfatizó que su papel es más pastoral y menos político, buscando inspirar a la comunidad católica a través de la enseñanza y el servicio.
En el transcurso de la entrevista, reiteró que la Iglesia debe ser una guía espiritual en tiempos de incertidumbre y crisis, sin pretender usurpar el papel de gobiernos y organizaciones en la resolución de problemas mundiales. Aunque no se distancia completamente de los asuntos sociales, el Pontífice apunta a que el diálogo y la cooperación con otros líderes son esenciales para enfrentar los desafíos actuales. Su declaración refleja una visión de un papado más enfocado en las raíces espirituales, prometiendo apoyo moral y ético en lugar de soluciones políticas directas.
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