El Papa Francisco, durante su audiencia general en la Plaza de San Pedro, ha condenado a aquellos que trabajan para repeler a los migrantes, calificando sus acciones como «un grave pecado». Subrayó que muchas vidas podrían haberse salvado en el Mediterráneo, que ha dejado de ser un símbolo de esperanza para convertirse en un «cementerio». El pontífice insistió en que la crisis migratoria no se resolverá con leyes más restrictivas ni militarizando las fronteras, sino mediante la creación de rutas seguras y legales, promoviendo una gobernanza mundial basada en la justicia y la solidaridad. También alabó a las organizaciones que rescatan y auxilian a migrantes, destacando la labor de Mediterranea Saving Humans junto a la Conferencia Episcopal Italiana.
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