Las posibilidades de que Austria cuente por primera vez desde 1945 con un jefe de Gobierno de extrema derecha han aumentado significativamente. Este giro político ha cobrado fuerza después de que las negociaciones para formar un gobierno que excluyera al Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), liderado por Herbert Kickl, fracasaran. El presidente Alexander van der Bellen, conocido por sus reservas hacia Kickl, anunció que se reunirá con el líder ultra tras una serie de intentos fallidos de formar coaliciones entre los partidos tradicionales. La retirada del partido Neos de las conversaciones tripartitas con conservadores y socialdemócratas precipitó los acontecimientos. Mientras tanto, el Partido Popular Austriaco (ÖVP) ha expresado su disposición a negociar una coalición con el FPÖ, a raíz de la renuncia de su líder Karl Nehammer, quien anunció su dimisión tanto del papel de canciller como de presidente del partido.
La situación política cambió bruscamente cuando el ÖVP nombró a Christian Stocker como presidente interino, dándole apertura a la posibilidad de un acuerdo con Kickl. Este movimiento abre la puerta para que el FPÖ, con 57 de los 183 escaños, intente formar un gobierno. La resistencia anterior del presidente Van der Bellen frente a la posibilidad de un liderazgo de extrema derecha se ha enfrentado al reto de la practicidad política, al tiempo que los sondeos sugieren que nuevas elecciones podrían reafirmar la posición del FPÖ con una mayoría aún más clara. El contexto histórico de este partido, fundado por exnazis tras la Segunda Guerra Mundial, añade dimensiones críticas al debate. A pesar de las críticas y acusaciones mutuas entre los partidos establecidos, el FPÖ parece estar en una posición ventajosa, con la alternativa de una coalición o elecciones anticipadas que podrían solidificar aún más su éxito electoral reciente.
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