Hace seis meses, un joven conocido por su carácter extrovertido y su amor por actividades al aire libre como el windsurf, experimentó un acontecimiento que cambió radicalmente su vida. La caída que sufrió no solo agravó un desplazamiento vertebral, sino que también marcó el inicio de un periodo de aislamiento y un giro inesperado en su perspectiva de vida. Antes de este suceso, el joven era el motor de varios clubes de lectura, donde compartía su entusiasmo por la literatura con otros. Sin embargo, la lesión física lo confinó a la reclusión y lo sumió en una búsqueda introspectiva que, sorprendentemente, lo llevó a simpatizar con la filosofía del infame Unabomber, reconocido por su manifiesto antisistémico y su rechazo a la tecnología y la sociedad moderna.
A medida que se profundizaba en esta nueva ideología, su círculo cercano comenzó a notar un cambio inquietante en su comportamiento y sus conversaciones, que ahora giraban en torno a los ideales extremistas del Unabomber. Este giro ha sido causa de preocupación para familiares y amigos, quienes apenas reconocen al joven que alguna vez fue un faro de sociabilidad y que ahora parece encontrar sentido en ideas radicales. Este caso resalta cómo un evento traumático puede distorsionar drásticamente la percepción de un individuo sobre el mundo y la importancia de atender a las señales de un cambio de mentalidad peligroso antes de que sus consecuencias sean irreversibles.
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