En el corazón del casco antiguo de Cáceres, un estrecho pasadizo conocido como el Callejón de Don Álvaro, o Callejón de los Huesos, esconde un oscuro misterio. A simple vista, puede parecer solo un atajo angosto entre las plazas de San Jorge y San Mateo, pero los muros del callejón cuentan una historia más inquietante. En estos muros se hallan incrustados restos humanos, legado de prácticas históricas de reutilización de materiales para la construcción, que incluían elementos de antiguos cementerios. Mientras que algunos investigadores explican esta peculiaridad como el resultado de haber empleado tierra del cementerio en la mezcla para los muros, el misterio ha dado pie a relatos más lúgubres, sugiriendo ejecuciones o el uso de restos de epidemias pasadas.
La experiencia de transitar por este callejón es descrita por los visitantes como inquietante y fuera de lo común. Algunas personas reportan sensaciones de frío inexplicables y corrientes de aire que parecen quedar atrapadas en el pasaje, alimentando historias de que estos fenómenos son lamentos de almas perdidas. Una pequeña cruz colocada en lo alto de la pared, rodeada de vegetación, incrementa el aire de misterio, sin que quede claro quién la puso allí. Este callejón forma parte de una selecta lista de lugares en el mundo donde los huesos humanos son parte de la arquitectura, como la Capilla de los Huesos en Portugal y las Catacumbas de París, recordando que la relación entre lo humano y la construcción a veces puede ser tan inquietante como sorprendente.
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