La renuncia del primer ministro serbio, Milos Vucevic, no ha logrado aplacar las crecientes protestas estudiantiles en Belgrado, en un contexto de inestabilidad política sin precedentes desde la era Milosevic. Miles de jóvenes volvieron a manifestarse este miércoles en las calles de la capital, mientras la coalición gobernante inicia conversaciones para la formación de un nuevo gabinete. El presidente Aleksandar Vucic ha prometido resolver la situación en un plazo de 10 días, sin descartar unas elecciones anticipadas que la oposición observa con recelo aunque reconoce su viabilidad para mantenerse en el poder. Las protestas, que ya llevan tres meses, han cambiado las dinámicas políticas que, según un sondeo de diciembre, auguraban una clara mayoría para el Partido Progresista Serbio.
El fervor de las manifestaciones ha puesto de relieve un sistema que, si bien en teoría es democrático, funciona en la práctica como una autocracia, donde las decisiones recaen en gran medida sobre Vucic. Académicos y actores políticos críticos, como Vladimir Obradović, apuntan que el país se encuentra más lejos que nunca de una adhesión a la Unión Europea, debido a una serie de acuerdos corruptos con empresas extranjeras y una política internacional que no responde a los intereses del pueblo serbio. Las demandas de los manifestantes incluyen justicia por la tragedia de Novi Sad y un aumento del presupuesto para educación superior, reflejando el deseo de una nueva generación de vivir en una Serbia más justa y democrática. La oposición, aliada a esta causa social pero manteniéndose al margen, aboga por la conformación de un gobierno de transición que garantice elecciones libres y justas.
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