La megaciudad más distópica del mundo se erige imponente entre la niebla y el neón, atrayendo cada vez a más turistas curiosos por descubrir su singular ambiente. A pesar de ser un destino de moda, esta urbe futurista presenta un reto inusual: sus visitantes rara vez saben en qué piso se encuentran debido a su compleja arquitectura vertical. Las luces vibrantes que iluminan la ciudad y la constante presencia de tecnología hacen de ella un lugar fascinante y misterioso para explorar, ofreciendo una experiencia única que fusiona lo moderno con lo surrealista.
Sin embargo, esta megalópolis está también marcada por un control exhaustivo de su población. Con aproximadamente dos millones y medio de cámaras de vigilancia, la ciudad vigila atentamente cada movimiento de sus habitantes y visitantes. Este sistema de monitoreo masivo genera un ambiente de constante supervisión que, aunque asegura una sensación de seguridad, también hace eco de un mundo distópico. A pesar de este aspecto intrusivo, la ciudad continúa siendo un imán para quienes buscan experimentar un rincón del mundo donde el futuro parece haber cobrado vida.
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