En el actual panorama político español, la figura de Pedro Sánchez es objeto de fuertes críticas que lo alejan de la concepción de un líder democrático. Se le acusa de rodearse de «bufones de la corte» y de perpetuar un clima de escándalos sin soluciones reales para los ciudadanos. La percepción es que España se dirige hacia una deriva política y económica preocupante, aislada de las transformaciones que experimentan otros países europeos con políticas más restrictivas en temas como la inmigración. En contraste, España parece estar más alineada con el Grupo de Puebla, asociado con proyectos autoritarios y de pobreza, liderados por figuras como Zapatero y Sánchez.
La gestión de Sánchez es vista por algunos sectores como un ejercicio de compra de voluntades, utilizando recursos públicos para ganar apoyo y control mediático. Las cifras reflejan una España mal posicionada en términos de PIB per cápita y con altos índices de desempleo juvenil y femenino. Este deterioro se atribuye a una involución democrática y a la supresión de la separación de poderes. Además, la esposa del presidente, Begoña, es citada como una influencia central en un gobierno caracterizado por la corrupción y el sectarismo. A pesar de la legitimación electoral que Sánchez recibió, se cuestiona su legitimidad para imponer una autocracia, y se teme que la situación no cambie hasta futuras elecciones, donde la integridad del proceso democrático está en duda.
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