Richard Stallman no es una figura que pase desapercibida en el ámbito del progreso digital. Con una intención clara de desafiar las narrativas dominantes, sus argumentos nos confrontan con la realidad de nuestra dependencia tecnológica y la política que encierra. Desde que fundó la Free Software Foundation en 1985 y desarrolló GNU, Stallman ha sostenido con firmeza las cuatro libertades fundamentales del software libre: ejecutar, estudiar, modificar y compartir. Más allá de ser un tecnicismo, estas libertades representan un manifiesto de principios en una era donde el control sobre la tecnología se va diluyendo.
Un punto crucial en el pensamiento de Stallman es la diferenciación entre software libre y código abierto. Mientras que ambos permiten el acceso al código fuente, para Stallman, el primero se inscribe dentro de un movimiento social orientado hacia la libertad, mientras que el segundo es una mera táctica técnica para el mejoramiento del software. Esta diferencia lleva a cuestionarnos nuestra relación con la tecnología: ¿es una herramienta que nos empodera o nos controla?
Stallman también critica de manera particularmente ácida el concepto de la «nube». Para él, es una metáfora que oculta realidades fundamentales, como qué jurisdicciones gobiernan nuestros datos y quién tiene acceso a ellos. En un mundo donde los datos son una moneda de cambio poderosa, estas interrogantes no pueden ser ignoradas. Su perspectiva posiciona al software libre como una herramienta de soberanía, tanto para individuos como para estados.
El papel de los gobiernos en la adopción del software libre es otro tema vital. Stallman ve con preocupación cómo la dependencia de software privativo en el sector público puede erosionar responsabilidades críticas hacia los ciudadanos. A pesar de algunas iniciativas en países como Ecuador, Brasil y Alemania, la implementación a gran escala del software libre en la administración pública sigue siendo un anhelo pendiente.
En el terreno de la privacidad y la gestión de datos personales, Stallman muestra preocupación por los sistemas de identidad digital centralizados, que podrían intensificar la vigilancia estatal o corporativa. Promueve soluciones que favorecen el anonimato individual y la transparencia institucional, como GNU Taler, un sistema de pagos que protege la privacidad del pagador.
A pesar de que algunos lo ven como una figura fuera de su tiempo, la visión de Stallman sobre el software libre cobra una relevancia cada vez mayor en un entorno de creciente centralización y opacidad digital. Defiende una alternativa en la que la tecnología sirve a la gente, defendiendo principios como el acceso al código y la capacidad de modificar herramientas digitales, todo al servicio de una autonomía personal genuina.
Su tradicional despedida, “Happy hacking”, es más que una simple frase. Es una llamada a la acción para retomar el control sobre nuestras herramientas, datos y, en última instancia, nuestra libertad en un mundo cada vez más digitalizado.