En un contexto donde los resultados de las grandes evaluaciones educativas internacionales han mostrado un declive en la última década, el uso de la tecnología en las aulas ha cobrado protagonismo en el debate sobre el rendimiento académico. Expertos, como Lucas Gortazar de EsadeEcPol, advierten que un uso excesivo de dispositivos en el entorno educativo puede influir negativamente en el desempeño de los estudiantes, destacando la necesidad de una implementación más reflexiva y bien investigada de las herramientas tecnológicas. Comunidades como País Vasco, Navarra y Cataluña, donde el uso de tecnología en el aula es elevado, han experimentado las mayores caídas en las pruebas PISA entre 2012 y 2022, sugiriendo una posible relación entre ambas variables.
Un estudio de las fundaciones Cotec e Isek indica que el uso muy frecuente de tecnología en clase está asociado a una penalización de 22,5 puntos en matemáticas, equivalente a perder medio curso escolar. Sin embargo, un uso moderado podría favorecer el rendimiento, aumentando la puntuación en 32,5 puntos respecto a quienes usan poco o nada la tecnología. Estos hallazgos se mantienen a pesar de diferencias socioeconómicas o de género, y plantean hipótesis sobre el efecto distractor de las pantallas. Los resultados obtenidos subrayan la importancia de seguir explorando cómo afectan al rendimiento factores como el tipo de tecnología, la finalidad pedagógica y la formación docente, en un contexto donde el uso de herramientas digitales se ha acelerado debido a avances tecnológicos y fondos europeos post-pandemia.
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