Carlos, un adolescente de 16 años, vive una situación cada vez más común en muchos hogares españoles: la dependencia tecnológica que afecta su relación familiar. Tras una confrontación nocturna con su madre al ser sorprendido conectado de madrugada, se evidencia el impacto negativo del uso problemático de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) entre jóvenes. A pesar de las ventajas educativas que ofrecen, estas tecnologías se han convertido en una fuente de conflictos familiares y personales desde la pandemia. Problemas como el «fomo», el «phubbing» y la violencia filio-parental, que la OMS definió en 2014 como un problema de salud pública, son cada vez más evidentes y alarmantes.
Investigaciones lideradas por la psicopedagoga Elisa González apuntan a que la regulación inapropiada del uso de las TIC en el hogar es un factor fundamental en el aumento de la violencia filio-parental. A través de estudios en centros especializados, se manifiesta que una falta de normas claras y la exposición a contenido poco adecuado intensifican conflictos. González aboga por la «educomunicación» como una estrategia para abordar estos desafíos, promoviendo habilidades socioemocionales desde temprana edad para evitar usos problemáticos de la tecnología. La tarea implica a toda la familia, considerando la educación y la comunicación como pilares fundamentales. Además, sugiere continuar investigando en programas educativos de instituciones como CEF.- UDIMA para fomentar un uso saludable y consciente de la tecnología.
Leer noticia completa en El Pais.