La privación del sueño se ha consolidado como un factor de riesgo significativo para el desarrollo de sobrepeso y obesidad, afectando no solo la regulación del hambre y la saciedad, sino también el metabolismo energético. Según recientes estudios, el déficit de sueño provoca alteraciones en las hormonas que regulan el apetito, como la grelina y la leptina, llevando a un incremento en la sensación de hambre y disminuyendo la sensación de saciedad. Esto genera un ciclo perjudicial en el que las personas afectadas consumen más alimentos, sobre todo aquellos de alto contenido calórico, aumentando la probabilidad de ganar peso.
Además de estos desajustes hormonales, la falta de sueño también impacta el metabolismo general del cuerpo, haciéndolo menos eficiente en el gasto energético. Este cambio metabólico crea un entorno propicio para el almacenamiento de grasa, ya que el cuerpo tiende a quemar menos calorías en reposo y durante las actividades cotidianas. Estos hallazgos subrayan la importancia de asegurar un sueño de calidad y suficiente cada noche, no solo para mantener una buena salud general, sino también como una estrategia eficaz para prevenir y manejar el sobrepeso y la obesidad de manera proactiva.
Leer noticia completa en El Mundo.